Lolita en el no-país de las maravillas    
 

No resulta fácil ubicar ni definir esta película que avanza a golpe de extrañamiento y provocación. Tampoco aparece sencilla la personalidad de su realizador, Ziad Doueiri, un impredecible cineasta nacido en Líbano en 1963. Allí vivió hasta 1983. Dejó Beirut cuando su tierra natal ardía en una guerra fraticida que convertiria en ruinas lo que hasta entonces no era un mal lugar para vivir.

Doueiri se marchó a EE.UU. Dejaba atrás un paisaje herido por la batalla. Años después, en 1998, en recuerdo de aquellas cenizas y con capital francés forjó su primer largometraje: "West Beirut". Aglutinaba en él algunos recuerdos de juventud. Era una singular tarjeta de presentación que hablaba de tres jóvenes, dos chicos y una chica, que en pleno conflicto religioso, en medio de una guerra entre cristianos y musulmanes protagonizaban, con una inconsciencia cercana a la temeridad, una aventura vital en un escenario marcado por la muerte.

Ya entonces sorprendió el contenido de su historia porque el caso es que Ziad Doueiri venía de estudiar cine en la UCLA, California, y su bagaje profesional consistía en haberse integrado en la familia tarantiniana donde participó como operador de segunda unidad en títulos como "Reservoir Dogs", "Pulp Fiction" y "Jackie Brown" con Tarantino, en "Abierto hasta el amanecer" con Robert Rodríguez y en el "Four rooms" codirigida por Tarantino, Rodríguez, Rockwell y Alison Anders. Pero nada de la posmodernidad se cultivaba en "West Beirut", ni nada había en ella de las estructuras fragmentadas y discontinuas que tanto le caracterizan. Al contrario, en su primer filme Doueiri proyectaba un puñado de ecos biográficos más cercanos al hacer de Fellini de "Amarcord" que al deshacer de Tarantino en "Kill Bill."

Posteriormente, afincado en Francia, Ziad Doueiri para su segundo largometraje, "Lila dice", se ha fortificado en ese espacio vital para extraer de las raíces del cine galo los materiales fundamentales para su cine. Con ellos nace y se hace "Lila dice" una historia quebrada que aparenta lo que no es y que termina configurando una tensa historia llena de originalidad y evidentemente desinhibida. Es precisamente ese bucear por la sensualida de una mujer heterodoxa, una Lolita más ingenua de lo que promete, la razón por la que se ha visto en Lila dice la sombra de Roger Vadin. Ciertamente la joven actriz Vahina Giocante y su insolente frescura mezcla de Brigidte Bardot y Jane Fonda, determinan la naturaleza de ese "Lila dice" que nos lleva al muy diferente "Sostiene Pereira" de Tabuchi. Es decir, el título del film ya nos previene de que Lila es el objeto del relato. O sea que estamos ante una narración que precisa ser contada por un sujeto que, en definitiva es quien descubre al espectador lo que Lila afirma. De este modo el segundo filme de Doueiri básicamente se construye sobre los recuerdos de un joven -¿nuevamente reflejos biográficos del propio cineasta?- que relata el impacto recibido en un barrio árabe del que forma parte el día que apareció una atractiva rubia de dieciséis años. Dicho de otro modo, en "Lila dice" se utilizan ingredientes muy comunes en la alta cocina cinematográfica francesa: la adolescencia, el relato del pasado, la iniciación, el aprendizaje del amor, el dolor del crecimiento...

Lo que confiere un toque de singularidad a todo el filme nace de la contextualización de la eterna historia del primer amor. El resultado es como si Doueiri hubiese mezclado "El Odio" de Kassovitz con "Los juncos salvajes" de Téchine. Pero es que además ha dejado que su cámara se enamore de Lila (Vahina Giocante) provocando que su poder de seducción también narcotice al espectador. Como hizo en "West Beirut", Doueiri se juega la razón de ser de su cine en el detalle íntimo, en la sutileza del gesto aún a riesgo de que miradas epidérmicas se queden en la superficie colorista del celuloide sin percibir las cargas de profundidad que coloca en las sombras.

Aparentemente "Lila dice" son los recuerdos de un adolescente que iba para escritor y al que una bella vecina procaz e insolente le excitaba sin rubor hablando de sexo, metiéndole mano y jugando a aparentar lo que no existía. Sin embargo, sin engolar la voz ni buscar declaraciones solemnes, a medida que la película se va interiorizando, se comprende que Lila deviene en crónica de la generación de los nuevos franceses cuyos padres vinieron de fuera y hablaban otras lenguas. Es pues el inventario de un destierro lleno de violencia latente y de dolor presente. Un fresco constreñido por un futuro maniatado al que, como hizo en "West Beirut", Doueiri conjura echando mano del humor y la sensualidad para macerar el antídoto necesario contra el odio y la desesperanza.

Juan Zapater

 
Lila encarna el erotismo en estado puro, ese que prefiere sugerir antes de mostrar y que arrastra las pasiones hasta limites casi enfermizos.
Esteve Riambau/Fotogramas
 
Roger Vadim verá con afecto desde el cielo la increíblemente sexy, inesperada y chocante película de Ziad Doueiri, Lila dice. Al igual que Vadim, Doueiri se siente fascinado por la idea y la mitología de la mujer sexualmente precoz y cómo su poder metafórico puede servir para explorar las fisuras más profundas de la sociedad, entre ellas el racismo y el clasismo
.Lila dice tiene muchos puntos a su favor. Sus personajes están bien construidos; son representaciones familiares de los jóvenes, pero son más honrados que los que suelen verse en otras películas. Doueiri pertenece a la escasa clase de directores que no teme ponernos un espejo delante de los ojos sin por eso quitarnos la sonrisa o impedirnos pensar.
Noah Cowan
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