Un diálogo entre Rémi Bezançon, Vanessa Portal y Éliette Abécassis
Estaba montando mi película anterior cuando Isabelle Grellat, mi productora, me habló de una novela de la que acababa de comprar los derechos. Se trataba de Un feliz acontecimiento, de Eliette Abécassis. Me pidió que la leyera sin compromiso, ya que para la adaptación buscaba a una realizadora que hubiera sido madre. Leí la novela, la llamé inmediatamente y le dije: “No quieres a una realizadora con hijos, sino a un realizador sin hijos, pero que quiere tenerlos”.

Comparto mi vida con una mujer que también escribe. Cuando estaba escribiendo el guión de la película El primer día del resto de tu vida, Vanessa trabajaba en otro proyecto, pero cada vez que me quedaba atascado, y con la excusa de tomarnos un café, le pedía ayuda. De hecho, descubrí que era muy agradable no estar solo, poder presentar mis ideas a alguien para ir más lejos. Era estimulante. Por eso me pareció natural proponerle que escribiera Un feliz acontecimiento conmigo.
Rémi Bezançon: Debo tener mucha suerte porque las dos me dijisteis que sí. Éliette, enseguida aceptaste que adaptara tu novela; y tú, Vanessa, tampoco tardaste mucho en decidirte a escribir el guión conmigo.
Vanessa Portal: Bueno, unos segundos. Adaptar significa arriesgarse a traicionar, ya se sabe.
Éliette Abécassis: Podéis traicionarme cuando queráis. Viví la adaptación como un viaje al pasado, fue algo extraño.
RB: Sabíamos que era una novela muy personal, por lo que su adaptación era muy delicada.
VP: Ahora ya puedes decirlo, Éliette. Eres Barbara, ¿verdad?

Una historia personal
EA: Barbara y yo estamos muy próximos, es verdad. Cuando me convertí en madre, me sorprendió la diferencia entre el discurso habitual acerca de la maternidad y lo que yo sentía. Tuve la impresión de que no se me había dicho la verdad, que se me había ocultado lo que realmente pasa cuando se tiene un hijo. Tenemos una imagen tópica del acontecimiento feliz. Durante el embarazo, imaginamos al bebé en una cuna de color rosa, los felices padres contemplando al recién nacido, etcétera. Pero lo que me ocurrió no tenía nada que ver. Bueno, sí tenía que ver, pero había muchas otras cosas. Para una mujer, ser madre es una auténtica revolución, una desmembración de su identidad; incluso llega a poner en entredicho a la pareja. Todo debe redefinirse, la unión cambia, las apuestas ya no son las mismas. La maternidad es una aventura extraordinaria, emocionalmente muy poderosa, arrolladora.
VP: Al empezar a escribir el guión, Rémi y yo nos documentamos: leímos mucho, entramos en páginas web dedicadas a la maternidad, en foros de mujeres y no tardamos en darnos cuenta de lo que le ocurría a Barbara. Se trataba de una conmoción personal y de una conmoción de la pareja, pero muy pocas mujeres se atrevían a tocar el tema por miedo de ser tachadas de malas madres.

Una conmoción secreta
EA: Efectivamente, es un verdadero tabú. Puede que la maternidad sea uno de los últimos tabúes de nuestra sociedad. Tener un hijo es maravilloso y punto. Es una fábula primitiva enfocada a la perennidad de la especie humana, un cuento de hadas que se ofrece a las mujeres y que carece de las claves necesarias para hacer frente a la conmoción emocional que produce realmente. Quise mostrar el anverso de la medalla y acabar con este tabú. Escribí la novela día a día, describiendo lo que me ocurría, lo que sentía: un amor desenfrenado mezclado con una pérdida total de referencias. Obviamente, creé personajes ficticios, pero se parecen a algunas personas que me rodean. Por eso no negaré que Barbara tiene algo de mí; al menos es mi verdad. Y tú, Rémi, ¿qué te empujó a querer adaptar el libro?
RB: Ofrecías una visión muy particular de un tema que me inspira mucho, me refiero a la familia. Toqué el tema en mi película anterior, pero se trataba de una obra coral, con cinco papeles protagonistas. Me apetecía una historia contada en primera persona. Cuando leí Un feliz acontecimiento, Barbara me cayó bien inmediatamente; era el tipo de heroína moderna que me apetecía rodar. Más aún, tu novela era perfecta para una adaptación al no ser muy larga, lo que me evitaría cortar demasiado, y muy rica en comentarios filosóficos.
VP: Era ideal para nosotros porque tu libro es, ante todo, una introspección literaria que nos permitía inventar, crear acciones y situaciones para que nuestra Barbara viviera.
RB: Por eso le propuse a Vanessa que escribiera el guión conmigo, porque necesitaba el punto de vista de una mujer. Me pareció muy importante que me acompañaras mientras me zambullía en el corazón del universo femenino.

Un retrato de mujer
EA: Puede que los hombres sean los que mejor hablen de las mujeres cuando saben hacerlo, como Guy de Maupassant en Una vida, o Henry James y Tolstói.
RB: He acabado por comprender que el sexo del personaje no importa realmente, pero para darle vida hace falta entender sus intereses y la línea narrativa. Aunque la maternidad sea un tema eminentemente femenino, también hablamos de paternidad, de una pareja que se convierte en una familia. Dimos un papel más importante al personaje masculino, a Nicolas, el compañero de Barbara.
VP: Cuando decidimos adaptar la novela, tuvimos que encontrar nuestro propio ángulo. Escogimos dar mayor importancia a la doble mirada sobre la llegada del niño.
EA: Es un procedimiento de cajas chinas bastante interesante para la pareja, ¿no os parece?
RB: Suelo escribir solo, y reconozco que fue apasionante trabajar a cuatro manos. El hecho de conocernos muy bien nos facilitó la tarea. Para esta colaboración, mezclamos la esfera profesional y la privada: interrogamos a nuestras aspiraciones personales, nos proyectamos como padres potenciales, exploramos nuestros deseos, pero también nuestros miedos más profundos.

El vértigo de la pareja
VP: Al mirar a nuestro alrededor, nos dimos cuenta de que numerosas parejas convertidas en padres no tardaban mucho en separarse. Es un tema del que se empieza a hablar, pero que no se ha llevado a la gran pantalla. Se estima que el 25% de las parejas se separa después de tener el primer hijo, lo que me parece demencial. En tu libro tocas el tema del enfrentamiento de la pareja con la llegada del primer hijo, del “babyclash”. La pareja no peligra por el mero hecho de tener un hijo, sino por no saber medir los cambios que implica y por no esforzarse en buscar un nuevo equilibrio.
EA: Sí, suele creerse que tener un hijo estrecha los lazos de la pareja, pero no es así para nada. Al contrario, si ya hay problemas, resentimientos, cosas que no se dicen, lo más seguro es que aumenten; si hay fisuras, se convertirán en abismos. Criar a un hijo requiere mucha energía y se tiene menos tiempo para la pareja. Es mejor saberlo y prepararse con antelación, en vez de pensar que todo se arreglará con la llegada del bebé. Además, el papel del recién nacido no es solucionar los problemas.

Una metamorfosis
RB: Me interesaba la diferencia entre lo que uno se imagina y la realidad. Barbara es una mujer joven que tiene tendencia a vivir en una burbuja, en una abstracción, en las altas esferas de la metafísica. Lo sabe todo en teoría, pero carece totalmente de práctica. Con la llegada del bebé, se verá obligada a dejar de lado sus certezas filosóficas para enfrentarse a la realidad de la que no se habla en los libros.
VP: Se reconecta con su lado animal, vuelve a ser una hembra. Se ve arrastrada por el torbellino de la vida. Los acontecimientos, el acontecimiento, la hacen cambiar.
EA: Dar a luz cambia la vida, pero los cambios empiezan durante el embarazo, tanto a nivel físico como psíquico, debido al cambio hormonal. Por ejemplo, soy vegetariana, pero recuerdo que durante el embarazo, estaba obsesionada por comer carne. Me hacía gracia, pero también me desestabilizaba, no me reconocía. Es una transformación radical, una auténtica metamorfosis. De hecho, tanto el libro como la película empiezan con una parodia de La metamorfosis, de Franz Kafka.

Doble reflejo
RB: La película se compone de dos partes muy distintas, antes y después del parto. La imaginación y la realidad del feliz acontecimiento separadas por un filtro, un paso: el parto. La primera parte es muy onírica; entramos en la subjetividad de Barbara, lo que siente, lo que imagina, el sueño del amor perfecto, el idealismo de la maternidad. La puesta en escena es más tranquila, está más encuadrada y cuidada estéticamente, con movimientos de cámara muy fluidos, colores brillantes. Con la llegada del bebé, la cortina de ensoñación se desgarra brutalmente, el caos de la vida se apodera de todo. Barbara pasa por diferentes fases: la aprensión de los primeros días, el cansancio causado por noches sin dormir seguidas por un amor desbocado, un éxtasis inesperado, hasta acabar completamente desorientada. La vida no deja de sorprendernos. El tratamiento de la segunda parte es más realista; la luz se hace más cruda, los colores menos fuertes. Está rodada cámara en mano y las imágenes son más rápidas, más movidas, los planos son más cortos, la puesta en escena es más intimista.
VP: El juego empieza desde el principio de la película, en la escena en que Barbara se mira en el espejo. Casi está fuera de cuentas y tiene la tripa tan grande que le cuesta moverse. Ya ha empezado a ver que sus sueños no se corresponden del todo con la realidad; no sabe lo que le espera. Comienza a ser consciente de que sus imaginaciones quizá solo fueran un reflejo deformado de la realidad y que está a punto de pasar al otro lado del espejo. Jugamos mucho con esta idea cuando escribimos el guión. Muchas escenas de la primera parte se repiten en la segunda, pero están transformadas, ha habido una evolución, incluso una revolución. Luego llegaste hasta el final durante el rodaje.
RB: Hablé con Antoine Monod, el director de fotografía, y decidimos cambiar la emulsión del negativo entre la primera y la segunda parte. Pasamos de un negativo que satura los colores a otro más sensible, que amortigua los contrastes, más blanco, más realista. Un poco como si pasáramos de Gauguin a Caillebotte, por ejemplo. Puede que el espectador no vea tanto el cambio, pero espero que lo sienta.