Estreno 24 de marzo de 2017

Sinopsis

París, 1981, un joven marsellés de origen armenio llamado Aram hace volar el coche del embajador de Turquía en París. Gilles Tessier, que pasaba en ese momento en bicicleta, queda gravemente herido.

Aram huye y se une al Ejército de Liberación de Armenia en Beirut, hogar de la revolución armenia en esa época.

Anouch, la madre de Aram, visita a Gilles en el hospital para pedirle perdón y él exige conocer a su verdugo. Una vez recuperado, va a Marsella en busca de venganza.

Aram no está de acuerdo con sus compañeros en Beirut y decide conocer a Gilles, que acabará convirtiéndose en su portavoz.

ROBERT GUÉDIGUIAN
Director y guionista

FILMOGRAFÍA

2015UNA HISTORIA DE LOCOS
(Festival de Cannes, fuera de concurso)
2014EL CUMPLEAÑOS DE ARIANE
2011LAS NIEVES DEL KILIMANJARO
(Festival de Cannes, Una Cierta Mirada)
2009L’ARMÉE DU CRIME
2008LADY JANE
(Festival de Berlín, Sección Oicial)
2006LE VOYAGE EN ARMÉNIE
2005PRESIDENTE
MITTERRAND (EL PASEANTE DEL CHAMP DE MARS)
(Festival de Berlín, Sección Oficial)
2004MI PADRE ES INGENIERO
(Festival de San Sebastián, Sección Oficial)
2002MARIE-JO Y SUS DOS AMORES
(Festival de Cannes, Sección Oficial)
2001LA CIUDAD ESTÁ TRANQUILA
2000¡AL ATAQUE!
1998A LA PLACE DU CŒUR
(Festival de San Sebastián, Premio Especial del Jurado, Premio OCIC)
1997MARIUS Y JEANNETTE (UN AMOR EN MARSELLA)
(Tres premios César)
1995A LA VIE À LA MORT!
1993EL DINERO DE LA FELICIDAD
1990DIEU VOMIT LES TIÈDES
1985KI LO SA?
1984ROUGE MIDI
1981DERNIER ÉTÉ

ENTREVISTA

La película se centra en el genocidio armenio y sus consecuencias. Explora temas directamente relacionados con su origen y su historia personal. Sin embargo, llega bastante tarde en su filmografía, ¿por qué?
Por dos razones. La primera es que, durante mucho tiempo, mis preocupaciones eran lo que suele llamarse “internacionalistas”. Como comunista e internacionalista, las cuestiones de identidad eran totalmente secundarias. Importantes, sí, pero secundarias. La segunda, y tiene que ver con la primera, es que el tema de la identidad se ha vuelto muy importante desde los años noventa, quizá el tema más importante, hasta convertirse en el núcleo de numerosos debates políticos en Francia. En consecuencia, aunque el tema no preocupaba en absoluto a la izquierda, de pronto fue de gran importancia encararlo sin dilaciones. Y eso mismo he hecho, empezando con mi propia identidad. Me sentí obligado, pero obligado en el sentido que da el francés a la expresión “Je suis votre obligé” (Estoy a su disposición). En cierto modo, estoy a la disposición de todos los armenios del mundo, me debo a ellos, ya que me apellido Guédiguian y, me guste o no, soy el embajador de su causa. Con esta película, cumplo con mi responsabilidad. Si fuese palestino o kurdo, hablaría del problema palestino o kurdo. Pero soy de ascendencia armenia y presento el problema armenio.

¿Por qué se habla tan poco de estos acontecimientos y por qué se llega incluso a negarlos?
En parte se puede explicar porque se trata del primer genocidio. No debemos olvidar que la palabra “genocidio” no existía cuando ocurrió. Se hablaba de exterminio antes de que apareciera la noción de “crímenes contra la humanidad” al final de la Primera Guerra Mundial.

El término “genocidio” fue creado por Raphael Lemkin inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial.

Siendo aún un joven abogado en prácticas, estuvo presente durante el juicio a Soghomon Tehlirian, el hombre que en 1921 asesinó Talat Pashá en Berlín. Pasha fue uno de los responsables del genocidio y se habla de él en la película. Al igual que muchos otros de su generación, como Jaurès o Gramsci, el abogado Lemkin reflexionó detenidamente acerca de lo ocurrido.

Ahora bien, todos los genocidios, y este no es una excepción, comparten las mismas características: hace falta deportar a muchas personas; por lo tanto, hay que reunirlas, exiliarlas, llevarlas a campos de concentración y deben encontrarse formas de matarlas...

Pero cada genocidio tiene rasgos propios. En el caso del genocidio armenio, es la negación de dicho genocidio. La negación por parte de un Estado, Turquía, que hace uso de todas las armas a su disposición, económicas, mediáticas, diplomáticas, comerciales y legales. El país ha invertido una enorme cantidad de dinero en los últimos cien años con el fin de negar deliberadamente el genocidio de forma organizada y perfectamente orquestada.

Ha escogido explorar el tema a través de la ficción. ¿Un documental no habría sido más adecuado?
Ya se ha realizado un buen número de documentales en francés, y sobre todo en alemán, ya que gran parte de los documentos están en Alemania, que fue un aliado del Imperio Otomano. Algunos de estos trabajos están muy bien hechos y muy bien documentados. Decidí usar la ficción porque, a pesar de haber producido varios documentales, nunca he dirigido ninguno. No es un formato con el que me siento cómodo. Pero lo más importante es que la ficción permite universalizar las ideas y su impacto. El efecto de una buena ficción es un millón de veces más fuerte. Desde luego, el documental es más preciso histórica y teóricamente. Una película de ficción no puede tomarse la libertad de serlo tanto porque debe ser concreta. Pero la mayor cualidad de la ficción es la personalización: se pueden crear personajes que el espectador jamás olvidará.

¿Cómo se habla de genocidio en el cine? ¿Cómo enfocó la escritura del guion y qué le empujó a escoger ciertas cosas y a descartar otras en el relato?
Durante mucho tiempo, desde LE VOYAGE EN ARMÉNIE (Viaje a Armenia), que rodé hace casi diez años, me dije que el centenario se aproximaba y que debía hacer una película en torno a ese momento histórico. Pero no conseguía ver cómo hacerla. Contar la historia del genocidio no me interesaba mucho. Quería contar cien años de historia, es decir, hablar del genocidio y del efecto que ha tenido en varias generaciones. Quería contar la historia de la memoria de este genocidio y, más aún, la historia de la memoria de esta historia. Y todo a través de personajes.

Entonces, un buen día conocí a José Gurriarán. Fue durante una feria del libro. Le vi cruzando el escenario con dos bastones y un calzado especial, muy pesado. Presentaba un libro, “La bomba”, que cuenta una historia alucinante, la suya. Es la historia de un joven periodista que en 1980 fue víctima en Madrid de un atentado perpetrado por el Ejército Secreto Armenio para la Liberación de Armenia, el ESALA. Sobrevivió, pero quedó medio paralítico. Él no sabía nada del tema armenio y para superar su situación, intentó entenderlo. Empezó a documentarse acerca del genocidio y de su negación. Leyó, investigó, se hizo con documentos. Al final del proceso, estaba convencido de que la causa armenia era justa y decidió conocer a los hombres que habían puesto la bomba. Después de muchos intentos fallidos - todos temían ser manipulados por los servicios secretos turcos o la Interpol -, recibió una llamada citándole en Beirut tal día a tal hora. Acudió acompañado por un fotógrafo y pasó el día hablando con dos representantes de alto rango del ESALA, que acabaron por llevarle al valle de la Becá, donde conoció a los responsables del atentado.

La experiencia fue decisiva, cambió su vida.
Así es. José Gurriarán ha escrito dos libros sobre el tema, “La bomba” y, más tarde, “Armenios; El genocidio olvidado”, el único libro publicado en España en torno al genocidio. Hoy día encabeza el movimiento para que España reconozca el genocidio armenio, ya que el gobierno sigue ignorándolo. Cada mes de abril dedica gran parte de su tiempo a dar conferencias al respecto. Por cierto, el principal fundador del ESALA acaba de escribir el prólogo a la segunda edición. Es una historia maravillosa. Y no se trata de un caso de síndrome de Estocolmo, sino de alguien que quiso entender antes de juzgar. Su historia fue clave para mi película, me ofreció el resquicio por dónde meterme para ver cien años de historia. En cierto modo, me ofreció el punto de vista de un espectador, de alguien que, en principio, no sabe nada de la situación.

Sin embargo, la experiencia vivida por José Gurriarán no es más que el punto de partida. Para contar la historia del genocidio y sus consecuencias, la película también trata de la familia, de la diáspora, de una cultura desarraigada en el transcurso de un siglo.
Sí. Una vez que tuve el punto de partida, pensé que no era bastante. Necesitaba una idea que me ofreciera una dimensión más trágica, más universal que una simple crónica. Tuve la idea de una madre que empuja a su hijo a tomar las armas. Es una madre muy armenia, pero cuando ve el resultado del atentado de su hijo y la injustica cometida hacia un inocente, hace todo lo posible para ayudar a la víctima y para salvar a su hijo, hasta el punto de hacerle ver las consecuencias directamente y, por lo tanto, conocer a su víctima. Consigue que los dos se encuentren, pero por un acontecimiento trágico, la víctima se convierte en una especie de nuevo hijo. Cuando se me ocurrió eso, solo me quedó ponerme a escribir.

Pero habría sido imposible no incluir ciertos hechos del genocidio. En vez de hacer que uno de los personajes hable de eso o de recurrir a imágenes de archivo, decidió usar un prólogo muy original.
No se puede filmar un genocidio. No veo cómo rodar destripamientos, decapitaciones, gente quemada viva, sin que se convierta en un espectáculo. A menos, claro está, que se acepte la paradoja de rodar todo esto de tal forma que nadie pueda soportar verlo, como hizo Pasolini en SALÓ O LOS 120 DÍAS DE SODOMA. Para hablar del genocidio desde un punto de vista histórico, recurrí a un prólogo bastante largo. La palabra me pareció una buena forma de contar los acontecimientos. Decidí empezar la película con el emblemático juicio a Soghomon Tehlirian, el asesino de Talat Pashá, celebrado en Berlín, que acabó absuelto a pesar de haber confesado la autoría del crimen. En contra de toda posibilidad, creo que el jurado reconoció maravillosamente el genocidio al contestar negativamente a la siguiente pregunta del juez: “¿Es Soghomon Tehlirian culpable de asesinar a Talat Pashá?”

En el sentido más estricto de la palabra, el jurado miente. La respuesta debía ser afirmativa, ya que Thelirian había reconocido que fue un asesinato premeditado. Además, dijo que había sentido “cómo la felicidad invadía su corazón”. Pienso que el jurado quiso decir que era culpable, pero que no era el responsable de la muerte de Talat Pashá; este era responsable de su propia muerte. A pesar de la súplica del juez, el jurado no cambió de opinión. Escogí este prólogo como punto de partida del genocidio. También me permitía examinar la cuestión de la venganza.

Exacto. El atentado que describe, un acto clave en la película, es en realidad la continuación del asesinato de Talat Pashá. Digo esto porque en los ochenta, el ESALA ya no atacaba a los responsables del genocidio, lógicamente, pero sí se metía con los que seguían negándolo. Su objetivo, según lo que ellos decían, era despertar la memoria de los países de Occidente. ¿Cree que han servido a la causa armenia a pesar de las víctimas que han dejado atrás?
No me cabe la menor duda. Hoy en día no queda más remedio que aceptar, pensemos lo que pensemos de dichos atentados y de su legitimidad, que no habríamos llegado hasta aquí sin ellos. Han despertado, dinamizado y reunido a los armenios en todo el mundo que, como pensaban los jóvenes que estuvieron en el origen de esos atentados, se habían adormecido y se conformaban con las conmemoraciones habituales. De hecho, es lo que le reprocha el hijo al padre en la película: “Hablamos un poco en armenio, comemos pasturma, el 24 de abril vamos a iglesia y punto”. Ningún armenio estaba a favor de los atentados, pero tampoco estaban en contra. Era un poco “no estamos de acuerdo, pero...” Una actitud algo esquizofrénica.

Tanto en su película LE VOYAGE EN ARMÉNIE, que ya abordaba el tema, como en esta última, parece que hay un salto en la memoria. La joven generación actual está más preocupada por reapropiarse de la historia de Armenia que las anteriores, ¿es así?
Ocurre con los armenios, pero me parece una regla general en cualquier inmigración. Los primeros en llegar solo se preocupan por sobrevivir. Hay que encontrar trabajo, aprender el idioma, tener hijos y hacerlo todo para que esos niños se integren. Algunos inmigrantes de la primera generación dejan de hablar su idioma, de decir de dónde vienen. Pero la segunda generación se siente más libre, empieza a interrogarse y a hacer preguntas. Quiere saber de dónde viene. Es ahí donde, a menudo, vuelven a aparecer los fantasmas, los espectros. Los miembros de la segunda y tercera generación empiezan a reivindicar su identidad. Incluso ocurre más tratándose de una inmigración ligada a la muerte y, en este caso, al exterminio.

Aunque en el sentido estricto de la palabra, su película no sea de mensaje o militante, no deja de plantear unas cuantas preguntas que van más allá de la problemática propiamente dicha del genocidio y de su reconocimiento. Cuando Aram, el protagonista, le dice a su víctima: “Eres inocente, pero yo tampoco soy culpable”, toca el tema de los límites de la lucha armada y de la legitimidad de la violencia.
La frase resume lo que pienso. Soy contemporáneo del ESALA y de los atentados de los ochenta. En la época, condené las prácticas de la organización, sobre todo cuando actuaba a ciegas. Es más, no creo que un solo armenio en todo el mundo esté de acuerdo con el atentado de Orly en 1983. Pero tampoco estaba de acuerdo con los atentados del FLN en los cafés de Argelia en los años sesenta, de los que se hablaba mucho en el colegio en la época. Toqué el tema con L’ARMÉE DU CRIME. Imaginé una escena en la que los partisanos no tiran una granada en un burdel donde trabajan jóvenes francesas porque no quieren matarlas. Tampoco digo que esté en contra de cualquier lucha armada; en algunas situaciones es necesaria. Sobre todo cuando no hay ningún otro medio, tal como ocurrió durante la ocupación alemana de Francia. Pero los atentados del ESALA no son tan justificables porque las víctimas no eran responsables del genocidio, lo eran sus padres y sus abuelos por apoyar a un Estado fascista que encarcelaba y mataba en su propio país.

Los decorados naturales son muy importantes. Aportan mucha veracidad a la película, por ejemplo, a las escenas rodadas en Beirut.
Rodé en Marsella, en Armenia y en Beirut. Creo que es importante rodar en decorados auténticos. La imagen no es igual. Rodamos en Beirut, y los actores son libaneses. No me planteé una reconstitución. No solo me interesaba el lugar, sino también los diferentes idiomas, la luz, la morfología de la ciudad. En un caso como este, es fácil caer en la trampa y rodar los decorados antes que la narración porque entran muchas ganas de filmarlo todo. Pero me aguanté. Hay que estar vigilante y atenerse a un solo principio: el relato debe permanecer en primer término. En Beirut también me interesó mucho la relación que mantenía el ESALA con los kurdos y los palestinos. En los años ochenta, la ciudad se había convertido en el hogar principal de la revolución mundial. Cualquier persona de izquierdas o de la extrema izquierda que empuñara un arma estaba en Beirut. Había italianos, alemanes, el Ejército Rojo japonés, irlandeses, vascos. Me apetecía plasmarlo en la película.

Al final de la película no zanja la cuestión. Todo queda en suspense. Estamos divididos entre la gran y la pequeña historia.
El diálogo entre dos señores mayores que tiene lugar al comienzo de la película cuando empieza el juicio de Soghomon Tehlirian en Berlín, ilustra todo lo que quise decir. Puse en boca del primero una frase del escritor israelí David Grossman: “Me gusta pensar que los momentos más importantes de la Historia no tienen lugar en los campos de batalla o en los palacios, sino en las cocinas, los dormitorios o las habitaciones de los niños”. Y el otro le dice: “Quizá por eso las guerras nunca acaban, solo cambian de rostro”. Porque permanecen en la memoria de esas personas, de esos niños... “Por desgracia, puede que tengas razón”, contesta el primero. En ese momento, una joven madre que les escucha se vuelve hacia su bebé y le dice: “No hagas caso a los viejos. Nunca más habrá guerra”. Estas cuatro frases resumen la Historia de la humanidad. Al fin y al cabo, siempre necesitamos pensar que la guerra por la que acabamos de pasar será la última, que esta vez se acabó de verdad. Luego, cuando la locura de los hombres regresa de nuevo, golpeando dos, tres, cuatro, diez generaciones después, el conflicto reaparece y todo explota. Es la historia del Oriente Próximo hoy... Quería contar cien años a través de algunos dormitorios, algunos salones, los personajes que los ocupan... para que cada uno juzgara por sí mismo.

¿No teme que le reprochen esta idea, este humanismo que algunos tacharán de fatalismo?
Puede ser, pero solo las personas que tengan una visión simplista de la historia. Además, sin acciones individuales o colectivas, sería aún peor. He enseñado la película a amigos, entre ellos tres antiguos miembros del ESALA que estuvieron encarcelados, y a todos les ha parecido justa. Pienso en la famosa frase de Macbeth: “La vida no es más que una historia contada por un idiota, llena de ruido y de ira, y que nada significa”. ¿Y todo esto para qué en el fondo? Basta con volver a examinar la historia y preguntarse qué habría pasado si no se hubiese negado el genocidio, si Mustafá KemalAtatürk hubiese hecho regresar a los armenios. Quizá Turquía sería ahora un Estado democrático pluriétnico. Los dirigentes turcos quizá habrían olvidado el sueño absurdo de un Estado químicamente puro. Solo puedo expresarlo con una expresión popular: “Es una historia de locos”. Los genocidios son una locura. Siempre se encuentran razones objetivas o seudobjetivas, pero siguen siendo locuras absolutas, con consecuencias delirantes.

¿Ese es el origen del título?
No es el único. También pensé en la historia de los armenios en el siglo XX, en lo que consiguieron hacer. Me parece sorprendente, admirable y casi milagroso. Es un pueblo que fue diseminado, dispersado en múltiples diásporas, un pueblo pequeño que habría podido extinguirse. Pero sus miembros consiguieron, y para eso deben de estar locos, guardar dos cosas en principio insostenibles psicoanalíticamente hablando: olvidar para poder sobrevivir estuviesen donde estuviesen y seguir siendo fieles a sí mismos. Olvidar del todo y conservar toda su memoria. No parece posible, pero lo hicieron. En los lugares donde se instalaban, los armenios se integraban de maravilla. Que yo sepa, nunca sufrieron actos racistas en ningún país. Sin desarrollar sentimientos ni comportamientos comunitarios, siguieron fieles a su Historia y a su cultura. Cualquier armenio que se respeta habla un poco el idioma, conoce la música armenia, cocina a la armenia y va a la iglesia armenia, aunque no sea creyente, porque es el lugar donde se desarrolla la actividad religiosa y cultural.

Su película coloca una nueva piedra en el conocimiento del genocidio armenio, que sigue cuestionado o ignorado en muchos países. ¿Qué puede hacerse para cambiar esta actitud?
Creo que se debe seguir con el asedio diplomático. En otras palabras, la presión en todos los países del mundo. Muchos no reconocen el genocidio, Estados Unidos, por ejemplo, a excepción de California. En paralelo, es necesario seguir con los trámites de acercamiento a la sociedad civil turca. Un sondeo reciente ha demostrado que más del 30% de la población turca de menos de treinta años está a favor de que se reconozca el genocidio. Creo que la generación actual está harta, tiene ganas de democracia, de verdad. En Turquía hay una petición, no para el reconocimiento del genocidio, ya que sería ilegal, sino pidiendo perdón. Es una forma de saltarse la prohibición. Creo que poco a poco, y eso gracias a Internet, la verdad puede extenderse cada vez más. Conozco a intelectuales turcos de mi generación que, por muy increíble que suene, jamás habían oído hablar del genocidio durante su juventud. También pienso que reconocer el genocidio armenio sentaría muy bien a Turquía. Gran parte de lo que no funciona en Turquía se debe a esa negación.

¿Qué espera que el espectador conserve de la película?
Que se emocione. “Emoción”, etimológicamente significa “poner en movimiento”. Me gustaría que gracias a la emoción, el espectador entendiera mejor esta historia y, pero eso ya es el colmo de la ambición, que entendiera mejor la Historia en sí. En el fondo es muy sencillo. Quisiera que el espectador, al acabar la proyección, estuviera más emocionado y fuera más inteligente que al entrar en el cine. Pero es el deseo de cualquier cineasta, ¿no es así?

FICHAS

REPARTO

Hovannès SIMON ABKARIAN Anouch ARIANE ASCARIDE Gilles GRÉGOIRE LEPRINCE-RINGUET Aram SYRUS SHAHIDI Anahit RAZANE JAMMAL Soghomom Tehlirian ROBINSON STEVENIN Arsinée SIRO FAZILIAN Vahé AMIR EL KACEM Nounée RANIA MELLOULI Haik HRAYR KALEMKERIAN Vrej RODNEY HADDAD Valérie LOLA NAYMARK Armenak SERGE AVÉDIKIAN

EQUIPO TÉCNICO

Director ROBERT GUÉDIGUIAN Guion ROBERT GUÉDIGUIAN, GILLES TAURAND Basado en la novela autobiográfica La bomba, de JOSÉ ANTONIO GURRIARÁN Productores ROBERT GUÉDIGUIAN, MARC BORDURE Productora Líbano SABINE SIDAWI Director de fotografía PIERRE MILON, AFC Ingeniero de sonido LAURENT LAFRAN Dirección artística MICHEL VANDESTIEN Montaje BERNARD SASIA Vestuario JULIETTE CHANAUD Maquillaje MAYTÉ ALONSO-PEDRON Peluquería VANESSA LOGGIA Montaje sonido BRIDGET O’DRISCOLL Mezclas ARMELLE MAHE Música original ALEXANDRE DESPLAT
País FRANCIA Idiomas FRANCÉS, ARMENIO, ALEMÁN Duración 134’ Género DRAMA

LA PRENSA HA DICHO

Cautivadora, lúdica e instructiva gracias a la riqueza de su guion, es una obra a la vez personal y general, a menudo valiente y apasionante. Merece ser alabado el proceso artístico del cineasta, que no abandona la película a la emoción y prefiere inclinarse por una narración justa, en la justa medida de lo púdico.
MONDOCINE

(...) no es un fresco ni una epopeya. (...) Tampoco es una lección de historia, sino más bien una conversación apasionada y apasionante acerca del recuerdo de la venganza, de la justicia y del perdón.
LE MONDE

Un prólogo en blanco y negro capta al espectador y le sumerge en los antecedentes históricos de la narración. Unas intenciones muy nobles, así como unas sólidas interpretaciones, lo convierten en un relato tan impactante como emocionante.
THE UPCOMING

Guédiguian tiene algo interesante que contar y la película es más que buena.
THE GUARDIAN

El soberbio prólogo demuestra que Guédiguian tiene todas las ventajas para embarcarse en una gran película histórica donde uno puede ver la complejidad y la riqueza.
POSITIV

Guédiguian consigue apasionarnos con la historia de la lucha librada por los armenios para que se reconozca su genocidio gracias a los actores y a su don para describir sin exagerar y sin cinismo a personas modestas.
LES INROCKUPTIBLES

Un mensaje generoso y humanista llevado por unos intérpretes conmovedores (Ariane Ascaride y Grégoire-Leprince Ringuet).
20 MINUTES

Un resultado justo e universal.
PARIS MATCH

Datos históricos

Berlín, 1921. Talaat Pacha, el principal responsable del genocidio armenio, es ejecutado en la calle por Soghomon Thelirian, cuya familia fue exterminada al completo. Durante el juicio, Thelirian describe con detalles el primer genocidio del siglo XX y el jurado popular le absuelve. Sesenta años después, Aram, un joven marsellés de origen armenio, hace volar el coche del embajador turco en París. Un joven ciclista que pasa en ese momento, llamado Gilles Tessier, resulta herido de gravedad.

Aram huye y se une al Ejército de Liberación de Armenia en Beirut, centro de la revolución internacional en los años ochenta. Junto a otros jóvenes procedentes de la diáspora, cree necesario recurrir a la lucha armada para que el resto del mundo reconozca el genocidio y les sea devuelto el país de sus abuelos.

Gilles no puede andar a causa del atentado que ha destrozado su vida. Ni siquiera sabía que existía un país llamado Armenia. Un buen día irrumpe en su habitación Anouch, la madre de Aram, quien le pide perdón en nombre del pueblo armenio y le dice que, probablemente, fue su hijo quien puso la bomba.

En París, Gilles intenta entender todo lo sucedido, en Marsella, Anouch sufre por todo ello; y mientras, Aram sigue su camino en Beirut... hasta el día en que acepta conocer a la víctima inocente que acabará convirtiéndose en su portavoz.

CRONOLOGÍA DEL GENOCIDIO ARMENIO

Finales del siglo XIX
TURQUÍA Y RUSIA SE REPARTEN ARMENIA

El reino de Armenia, el primer Estado en adoptar el cristianismo en el siglo IV, fue objeto de un sinfín de conflictos entre los imperios turco y persa antes de que la “Gran Armenia” cayese bajo la dominación turca en el siglo XIV.

Después de una serie de enfrentamientos durante el siglo XIX, Rusia y el Imperio Otomano se repartieron Armenia. Este último se quedó con Armenia occidental, es decir, siete provincias en el territorio de la actual Anatolia oriental.

1894 - 1896, los inicios de un genocidio
LAS MATANZAS HAMIDIANAS

El sultán Abdulhamid, al que después de los acontecimientos se le conocerá como el “Sultán rojo”, “Sultán sangriento” o “Gran asesino”, ordenó la matanza de los habitantes armenios de Sassoun con el pretexto de que se habían negado a pagar el doble impuesto al que pretendía someterlos. Esta primera masacre, que tuvo por objetivo acallar las reivindicaciones de la población armenia en Turquía, harta de la discriminación que padecía, fue llevada a cabo en verano por decenas de miles de soldados turcos apoyados por milicias kurdas. Era el comienzo de dos años de matanzas en Armenia occidental y en otras regiones turcas, incluso en Constantinopla, con un balance de entre 200.000 y 300.000 muertos, cien mil refugiados y la destrucción de unas 2.500 aldeas. Más de 500.000 personas se quedaron en la indigencia más absoluta. A pesar de las denuncias por parte de personalidades en Occidente, como Jean Jaurès y Anatole France, en Francia, y Lord Salisbury, en Inglaterra, ningún país intervino contra el Imperio Otomano.

1909, los primeros abusos del gobierno de los Jóvenes Turcos
LAS MASACRES DE CILICIA

El partido de los Jóvenes Turcos, perteneciente al movimiento nacionalista musulmán Unión y Progreso, llegó al poder en 1908. Convencidos de la supremacía de la “raza” turca, su intención era regenerar el país purgándolo de infieles, sobre todo de cristianos. A pesar de haber prometido igualdad y fraternidad entre todos los pueblos del Imperio (por lo que el partido revolucionario armenio Dachnak incluso llegó a apoyarles durante un periodo) en 1909 organizaron la matanza de armenios en Cilicia, empezando en la ciudad de Adana.

Miles de milicianos, a los que no tardaron en apoyar tropas otomanas, destruyeron y saquearon casas y comercios armenios, asesinando a cerca de 30.000 personas entre el 15 y el 30 de abril de 1909.

24 de abril de 1915, comienza el genocidio
LAS ÉLITES ARMENIAS DETENIDAS EN CONSTANTINOPLA

En enero de 1915, poco después del comienzo de la Primera Guerra Mundial, y con el pretexto de que los armenios podrían colaborar con el enemigo (recordemos que en este tiempo Turquía estaba aliada con Alemania y por lo tanto en guerra contra Rusia), Unión y Progreso (“Jóvenes turcos”) decidió desarmar a los 250.000 armenios que luchaban en las filas del ejército otomano y asignarlos a “batallones de trabajo”. En los meses siguientes fueron asesinados en pequeños grupos. En febrero, el comité central del partido en el poder diseñó las bases para un amplio desplazamiento de las poblaciones armenias con la excusa oficial de alejarlas del frente. El 24 de abril de 1915, el entonces ministro del Interior Talaat Pacha ordenó la detención de los intelectuales armenios en Constantinopla. Se trataba de abogados, profesores, personalidades religiosas y periodistas, entre otros. En cuestión de días fueron detenidas y deportadas cerca de 2.400 personas. Casi todas acabaron siendo asesinadas.

Primavera y otoño de 1915
DEPORTACIÓN Y MATANZA DE LA POBLACIÓN CIVIL

Entre la primavera y el otoño de 1915 se organizaron ejecuciones y deportaciones en todo el territorio turco. En mayo se aprobó la ley de “deportación provisional de poblaciones sospechosas”. Después de ejecutar a los hombres en edad de combatir, se echó de sus casas al resto de la población que, repartida en convoyes, fue masacrada por el camino. Unas 800.000 personas fueron asesinadas durante este periodo. Mediante un telegrama con fecha de 15 de septiembre de 1915, Talaat Pacha informó a los altos mandos de los Jóvenes Turcos en Alepo, Siria, de que “el gobierno ha tomado la decisión de destruir a todos los armenios residentes en Turquía”. Otras 900.000 personas fueron deportadas hacia Alepo, aunque la mayoría fue asesinada o murió de agotamiento y enfermedades en el camino hacia los campos de concentración construidos en pleno desierto.

Desde 1915 a 1919
EL BALANCE: MÁS DE UN MILLÓN DE MUERTOS

La población de armenios en Turquía apenas alcanzaba los dos millones de personas a finales del siglo XIX, pero el número de víctimas del genocidio se estima entre un millón cien mil y un millón trescientas mil. A partir de noviembre de 1915, y a través del ministro Aristide Briand, Francia se comprometió “a no olvidar los atroces sufrimientos de los armenios”. Después de la capitulación del Imperio Otomano en 1918 y la huida de los dirigentes de los Jóvenes Turcos, éstos fueron condenados por rebeldía en 1919 en Constantinopla por las fuerzas vencedoras. Durante el juicio, además de reconocer la enormidad de las matanzas, salió a la luz la existencia de la “Organización Especial”, creada en 1914 por el comité central de Unión y Progreso, así como por los ministerios turcos del Interior y de Justicia, cuya principal misión era el exterminio de los convoyes de deportados armenios.

EL GENOCIDIO Y LA NEGACIÓN

Hace ya un siglo que el Estado turco niega cualquier intencionalidad de exterminio por parte del gobierno del partido de los “Jóvenes Turcos”. Según Turquía, los acontecimientos de 1915 - que no aparecieron en los libros escolares hasta 2003 - se limitan a la detención de líderes revolucionarios armenios y al desplazamiento preventivo de las poblaciones cercanas al frente. En cuanto a los muertos, simplemente serían víctimas de la Primera Guerra Mundial y de las matanzas masivas - y cruzadas - entre turcos, kurdos y armenios. Asimismo, se evocan los estragos cometidos por bandidos y saqueadores armenios que se aprovecharon de los disturbios de la época.

El código penal turco vigente desde 2005 establece los delitos de “denigración de la identidad turca” y de “atentado contra los intereses nacionales fundamentales”, que ya han hecho posible demandar a periodistas e historiadores turcos que hablaban del genocidio. En cuanto a los diplomáticos turcos, multiplican las intervenciones en todo el mundo con la intención de impedir que se reconozcan los acontecimientos y su carácter de genocidio. La negación del genocidio armenio por parte de Turquía constituye un obstáculo en las relaciones internacionales del país y uno de sus mayores frenos para su integración en la Unión Europea.

RECONOCIMIENTO DEL GENOCIDIO

Aunque un número importante de países europeos han reconocido oficialmente el genocidio, destaca la excepción de España y Reino Unido, que continúan sin admitirlo.

De acuerdo con el Instituto Nacional Armenio (ANI), actualmente, son únicamente 26 los estados que reconocen el genocidio armenio.

EL EJÉRCITO SECRETO ARMENIO DE LIBERACIÓN DE ARMENIA

Es responsable de más de ochenta atentados, especialmente en Europa. Se fundó en Beirut en 1975 con el objetivo principal de conseguir el reconocimiento del genocidio armenio por parte de Turquía.

Inicialmente, la organización fue una rama disidente de los Comandos de Justicieros del Genocidio Armenio (CJGA), el brazo armado de una organización muy antigua, la Federación Revolucionaria Armenia, creada a principios del siglo XX. El ESALA, con el gobierno turco como principal enemigo (así como todos sus aliados) se define como “Revolucionario y no terrorista”. El movimiento se apoya en atentados con bombas y asesinatos.

El ESALA cometió atentados en varias ciudades europeas (Ginebra, Fráncfort, Madrid, Milán, Roma, París, Estambul...). Después del atentado en el aeropuerto de Orly en París, el ESALA se dividió en dos grupos y cometió dos asesinatos más, contra el embajador turco en Budapest en 1991 y contra la Embajada de Turquía en Bruselas en 1997.

EL ATENTADO DE MADRID EN 1980

En la noche del 29 de diciembre de 1980, el ESALA atacó los locales de dos compañías aéreas en Madrid. La primera bomba estalló en las oficinas de la TWA en plena Gran Vía, y minutos después, la segunda, de más potencia, en las oficinas de Swissair en plaza de España, causando siete heridos. José Antonio Gurriarán, de 42 años y subdirector del madrileño diario “Pueblo”, resultó gravemente herido.

EL ATENTADO DE ORLY EN 1983


En julio de 1983, el Ejército Secreto Armenio de Liberación de Armenia hizo explotar una bomba en el aeropuerto de Orly. Colocada en las proximidades del mostrador de Turkish Airlines, mató a ocho personas entre personal y pasajeros (dos turcos, cuatro franceses, un estadounidense y un sueco), además de herir a otras sesenta.

El responsable del comando del ESALA autor del atentado, Varoujan Garbidjian, fue detenido unos días después y condenado a cadena perpetua antes de ser deportado a Armenia en 2001.

El atentado fue condenado unánimemente y produjo una división en el seno del ESALA. Más aún, perdió el apoyo que había recibido hasta entonces de la diáspora armenia.

DESCARGAS

FOTOS

CARTEL JPG

PRESSBOOK PDF