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Manuel Martín Cuenca, director

Malas temporadas es una película sobre la segunda oportunidad. Personajes que han perdido el norte, que se sienten desorientados y que no son capaces de encajar sus problemas.

Es una historia urbana, pero no pretende tener el tono de una película social; el acercamiento a las historias es mucho más personal y no hay un mensaje explícito. Sin embargo, aunque todos los personajes tengan distintos problemas, comparten el mismo fantasma: el autoengaño. Han creído que, huyendo de lo que les ocurre, no afrontando la realidad que les rodea, pueden evitar sus consecuencias. Su proceso de aprendizaje consiste en aceptarse. No hay una solución al final del camino, sólo una solución en nuestras propias decisiones. En ese sentido, la película aborda, al final, la esperanza, porque siempre es posible encontrar un camino para seguir adelante.

El tratamiento visual no es costumbrista, parte del naturalismo, pero se aleja de él, intentando buscar un tono estilizado en la luz, los encuadres y la puesta en escena. Toda la película está rodada cámara en mano siempre que hay escenas en exteriores o espacios que no pertenecen a los protagonistas. El conflicto, en esos casos, se hace más externo. Sin embargo, en las casas de los tres protagonistas la cámara se sitúa fija y los movimientos son más sutiles: el conflicto es interior, aunque más profundo y más complejo. Es allí donde los personajes deben resolver sus verdaderos problemas. De hecho, es una película de muchos espacios interiores.

La dirección de arte y el tratamiento del sonido va también esa dirección: los elementos se simplifican, los personajes tienen cada uno una gama de colores que los definen y el sonido es sobrio. Los actores han trabajado también esa línea, contenida hasta el clímax de la historia en el que el tratamiento adquiere un cierto tono melodramático. Es el momento en el que las emociones explotan, en el que los personajes pierdan el control de sí mismos, para que luego puedan reflexionar sobre sus propias faltas.

Es una película que no intenta juzgar la realidad que nos rodea, sino explorar nuestra actitud y nuestra mirada sobre ella. Una historia que podría ocurrir en muchas ciudades del mundo, una historia que podría ser la nuestra.
La vida es como jugar una partida, a veces se gana, a veces se pierde. Pero vivir siempre merece la pena. Porque las malas temporadas son sólo el presagio de algo mejor.

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