Entrevista con Daniel Auteuil
(El pintor)

¿CONOCÍA A JEAN BECKER ANTES DE «CONVERSACIONES CON MI JARDINERO»?

No. Sentía mucho cariño por sus primeras películas con Belmondo, Un tal La Rocca, A escape libre, Dulce gamberro, pero nunca habíamos hablado. Por eso me quedé sorprendido cuando me mandó el guión de «CONVERSACIONES CON MI JARDINERO». Al leerlo, me conmovió el personaje del jardinero. De hecho, decidí aceptar el papel porque tenía ganas de ser amigo del jardinero. La historia me pareció sencilla, conmovedora y totalmente alejada de lo que hoy se hace en el cine. Era un proyecto atípico, un guión atrevido, ambicioso. Además del importante lugar que ocupa la naturaleza en la historia, contenía también algo armonioso, tranquilo, como si fuera el relato de una reconciliación; me recordaba la película de los hermanos Larrieu, Pintar o hacer el amor.

¿NO TUVO GANAS DE HACER EL PAPEL DEL JARDINERO?
Es verdad que al leer el guión, es el papel más atractivo, pero ya sabía que lo interpretaría Jean-Pierre y me parecía una buena idea. Y reconozco que era más fácil proyectarme en el papel del pintor que en el del jardinero. Su vida, sus interrogantes, sus relaciones amorosas, sus torpezas con su hija eran cosas que me hablaban. Incluso ir a vivir al campo o cerca del mar me encantaría, pero al contrario del pintor mi profesión me obliga a estar en contacto con los demás.

¿CÓMO SE COMPLEMENTÓ CON JEAN-PIERRE DARROUSSIN?

No sé si nos complementamos, más bien somos bastante parecidos. Los dos somos tranquilos, reservados; sabemos cuál es nuestro lugar y qué debemos hacer para que la historia de esos dos pueda contarse. Si nos complementamos se debe a que ambos somos conscientes de la composición de un personaje y que supimos establecer una relación de trabajo, una complicidad que nos permitió equilibrar nuestras interpretaciones para que todo encajase de forma natural.

¿QUÉ FUE LO MÁS DIFÍCIL PARA USTED, MEMORIZAR EL TEXTO, ENCONTRAR EL TONO EXACTO?
Sobre todo, conseguir que lo que nos contamos mutuamente tuviera vida. La película tiene algo muy sencillo, muy fluido, en parte gracias a lo que nos rodea, la naturaleza, la luz y, a la vez, una auténtica construcción intelectual que se basa en los diálogos. Pero no fue fácil. Rodamos seis semanas casi en los mismos decorados y la dificultad imaginativa fue encontrar fuentes nuevas, inventarnos cada día. Pero había escenas milagrosas.

¿CUÁLES, POR EJEMPLO?
Las escenas más emocionales. Cuando el jardinero debe hacer frente a su enfermedad y cuando el pintor tiene graves preocupaciones. Las escenas en las que empiezo a ser más generoso, más adulto... Las escenas en el jardín cuando está enfermo... La escena de pesca fue un auténtico milagro. Llegamos al lago a las 7 de la mañana, nos sentamos en la barca y allí nos quedamos hasta las 8 de la noche sin bajar, ni siquiera para mear. Ni nos dimos cuenta. Para los dos, para la relación, era un momento muy particular... Me di cuenta enseguida, durante el rodaje, de que Jean-Pierre estaba “habitado”. Es como un motor diesel. Primero tiene que calentarse, pero cuando se pone en marcha, es increíble. No es tan fácil como parece porque el jardinero debe tener ese lado popular, sencillo y, a la vez, ser un filósofo. Es un papel muy grande.

EL SUYO TAMPOCO ESTÁ MAL. DEBE QUEDARSE EN UN SEGUNDO PLANO, ESCUCHAR, SIN POR ESO DEJAR DE CONSTRUIR A ESE PINTOR QUE DEBE EXISTIR ANTE EL JARDINERO PARA QUE SUS CONVERSACIONES TENGAN FUERZA, COBREN VIDA...
En lo que se refiere a escuchar, basta con entender la corriente misteriosa y subterránea de la situación. A partir del momento en que se descubre el sentido de una escena, las miradas, los gestos, las actitudes vienen casi sin pensarlo. Muchas cosas dependen del compañero de interpretación. Es verdad que, en este sentido, Jean-Pierre y yo nos complementamos. Interpretábamos juntos, nos apoyábamos mutuamente, estábamos juntos. Me fue mucho más fácil porque confiaba en el otro actor, no puedo decirlo de otro modo. Tenía ganas de dejarme sorprender, y no me decepcionó. Jean-Pierre ha realizado una composición muy sensible, muy sutil.

¿TOMÓ LECCIONES DE PINTURA PARA HACER EL PERSONAJE DEL PINTOR?
Bueno, me presionaron un poco, pero no me apetecía mucho. Pensé: “Si preparé
Van Gogh, de Pialat, durante diez meses, no me será tan difícil hacer de pintor actual”. Además, el pintor de los cuadros que salen en la película estaba presente durante el
rodaje. Pero es verdad que no es tan fácil pintar y hablar a la vez.

¿QUÉ LE GUSTÓ MÁS DEL PINTOR?
Es el adulto que vuelve a casa de sus padres, la casa de su infancia y que, a pesar de todo, no está tan lejos del niño que fue. Un niño viejo. Me gusta la idea de que descubra los secretos de sus padres, que aprenda que su padre también tenía talento como pintor, pero que no realizó su deseo para seguir con la farmacia de sus padres. Nos conmueven los sueños sacrificados de nuestros padres; la infancia está siempre al acecho. La relación con la infancia me conmueve aún más que la vida de las personas. Otra cosa que me gustó mucho del pintor, y puedo hablar libremente porque no soy un creador, es su discurso sobre la diferencia entre el genio y el talento. Es un pintor de talento, pero no tiene genio y lo sabe. Siendo un creador, y lo es, hace falta mucha humildad para aceptarlo. Luego está la relación con el jardín. Me gusta mucho. No soy capaz de cuidar de un jardín, pero me parece muy importante. En casa, en Córcega, tengo un jardín muy bonito en el que mi madre ha dejado su huella
plantando muchas cosas que crecerán aunque ya no esté entre nosotros.

¿ESTÁ DE ACUERDO CON EL PINTOR CUANDO DICE QUE “DELANTE DE UN CUADRO, NO HAY NADA QUE EXPLICAR, BASTA CON SENTIR”?

Sí y no. Recuerdo que cuando tenía 17 años, en el “Théâtre du Chêne noir”, en Avignon, un pintor se encargaba de los decorados y hablábamos de arte contemporáneo. Yo tenía complejo de inculto y le dije: “No entiendo”. Y me contestó: “No hay nada que entender, basta con sentir”. Es verdad, pero también tuve la ocasión, en Florencia, de visitar el palacio de los Oficios con el subdirector del museo y me explicó muchas cosas. Me parece aún más bello saber. Con ciertas claves, la emoción es más fuerte.

¿POR QUÉ CREE QUE EL JARDINERO TURBA TANTO AL PINTOR?

Le turba la inteligencia que tiene de la vida, su filosofía natural, su sencillez y su pureza. La vida de ese hombre es casi una obra de arte. Este ex ferroviario con sus sueños de jardines, su mujer, el amor, el respeto... Es muy posible que al pintor no le hubiera apetecido vivir así, pero no puede impedir que le parezca ejemplar. Hay fuerza, autenticidad en el rigor, en un recorrido tan recto...

MIENTRAS PREPARABA EL RODAJE, ¿SINTIÓ LA NECESIDAD DE LEER LA NOVELA DE HENRI CUECO?
No. Me bastó el guión, sobre todo porque Jean me dijo que habían desarrollado mucho el personaje del pintor con relación a la novela. Pero no es una regla fija.
Por ejemplo, en Unos días conmigo, de Sautet, leí varias veces la novela de
Jean-François Josselin a pesar de que la adaptación estaba muy alejada del original. Me ha ocurrido lo mismo con Le deuxième soufflé, que acabo de rodar con Alain Corneau. Trabajé sobre todo con la novela de José Giovanni. En este caso, en «CONVERSACIONES CON MI JARDINERO», había que trabajar sobre todo los diálogos, el encuentro entre los dos.

¿CÓMO DESCRIBIRÍA A JEAN BECKER EN UN PLATÓ?

En contra de las apariencias, no es un hombre fácil. Debajo de ese aspecto bonachón, tiene un motor lleno de ansiedad que consigue propagar a su alrededor. Sabe muy bien lo que quiere y que lo quiere enseguida. Es una mezcla de brusquedad, impaciencia y ternura. Trabaja menos a través de la palabra y más mediante la puesta en escena, la puesta en situación, la tensión que crea y que obliga al actor a llegar al corazón de la escena, a dar el máximo. Rodar con dos cámaras aumenta la tensión, hace falta mayor concentración y, a la vez, refuerza los lazos con el compañero. Somos como dos trapecistas que dependen el uno del otro. Pero Jean me asombró. Consiguió que hiciéramos lo que quería. Tiene un punto de vista muy definido, es un autor auténtico. Además, se siente muy cómodo en el campo a pesar de ser un hombre de ciudad. Debe tener un campesino en su interior. Al principio fue duro, no dudó en desestabilizarnos, pero sirvió para unirnos. También creo que no era una situación cómoda para él. Estaba con dos actores a los que no conocía, con los que nunca había trabajado. Aunque fuera una película tranquila, no había descanso. Siempre me sorprende, y en este caso aún más, la contradicción entre el ambiente de la historia y la tensión de los actores; la oposición entre lo que comunicamos a los demás y lo que sentimos nosotros.
Filmografía seleccionada

1979 POR NOSOTROS DOS (Claude Lelouch)
1985 EL MANANTIAL DE LAS COLINAS (Claude Berri)
(César al Mejor Actor)
1992 MI ESTACIÓN PREFERIDA (André Téchiné)
UN CORAZÓN EN INVIERNO (Claude Sautet)
(Premio Europeo al Mejor Actor)
1993 LA REINA MARGOT (Patrice Chéreau)
1994 LOS AMORES DE UNA MUJER FRANCESA (Régis Wargnier)
(Premio al Mejor Actor, Moscú 1994)
1995 EL OCTAVO DÍA (Jaco van Dormael)
(Premio al Mejor Actor, Cannes 1996)
1996 SOSTIENE PEREIRA (Roberto Faenza)
  LUCIE AUBRAC (Claude Berri)
1997 INOCENCIA ROBADA (Chris Menges)
1998 LA CHICA DEL PUENTE (Patrice Leconte)
(César al Mejor Actor, Sant Jordi al Mejor Actor Extranjero)
1999 SADE (Benoît Jacquot)
(Premio al Mejor Actor de Les Lumières de París)
2000 SALIR DEL ARMARIO (Francis Veber)
2001 EL ADVERSARIO (Nicole Garcia)
(Nominado al César al Mejor Actor)
2004 36, QUAI DES ORFEBRES/EL MUELLE (Olivier Marchal)
(Nominado al César al Mejor Actor)
2005 PINTAR O HACER EL AMOR (Arnaud y Jean-Marie Larrieu)
EL JUEGO DE LOS IDIOTAS (Francis Veber)
CACHÉ/ESCONDIDO (Michael Haneke)
2006 MI MEJOR AMIGO (Patrice Leconte)
2007 LE DEUXIÈME SOUFFLE (Alain Corneau)
CONVERSACIONES CON MI JARDINERO (Jean Becker)